Formar Psicólogos Conscientes o Técnicos Funcionales al Sistema: La Formación del Psicólogo Latinoamericano en Disputa
Formar Psicólogos Conscientes o Técnicos Funcionales al Sistema: La Formación del Psicólogo Latinoamericano en Disputa
El reto de enseñar desde la realidad y no desde la repetición acrítica de modelos foráneos
"Es ilegítima una Psicología que no se
compromete con la defensa de la vida,
la paz y la justicia social."
— Edgar Barrero Cuellar
La psicología, como disciplina orientada al estudio del comportamiento humano, ha sido históricamente valorada por su aparente neutralidad científica, su capacidad de intervención individual, modelos académicos y clínicos importados. No obstante, en contextos marcados por profundas desigualdades sociales y económicas, como América Latina, surge la necesidad de cuestionar los supuestos sobre los que se ha construido este campo del saber, enseñanza y práctica. En la obra La psicología como engaño de Edgar Barrero Cuéllar se realiza una crítica sobre el carácter ideológico de la disciplina y su funcionalidad dentro del sistema neoliberal, contundente a la manera en que la psicología ha sido desarrollada y aplicada en la región, denunciando su papel en la reproducción del orden social dominante.
Su análisis revela una disciplina que, en lugar de promover la transformación social, ha contribuido a la naturalización de las condiciones de opresión utilizando a la psicología como instrumento de control desvinculándolo de los problemas estructurales y el llamado a una praxis ética y socialmente comprometida. Este libro nos invita a reflexionar sobre el papel de la psicología en la sociedad y su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
Su obra no solo desafía la aparente objetividad del saber psicológico, sino que expone cómo este ha sido históricamente instrumentalizado para la conservación del statu quo tapado con esa aparente neutralidad, una función disciplinaria orientada a mantener el orden social vigente. Además de señalar las contradicciones de la disciplina y plantear la necesidad de una psicología más consciente de su rol en las dinámicas sociales, culturales y políticas del continente.
La formación del psicólogo en América Latina no es un proceso neutral ni ajeno a las tensiones sociales, políticas y económicas que atraviesan la región. Barrero plantea que la psicología en Colombia y en gran parte de América Latina ha estado marcada por una subordinación epistemológica. Es decir, la construcción del conocimiento psicológico ha dependido de modelos importados desde Europa y Estados Unidos, sin una adaptación crítica a los contextos propios de la región. Esto ha generado una psicología que opera con categorías, teorías y métodos ajenos a las realidades latinoamericanas, produciendo una suerte de alienación tanto en la práctica profesional como en la formación académica. El autor sostiene que esta forma de hacer psicología no solo es ineficaz para comprender la complejidad de los fenómenos psicosociales locales, sino que además contribuye al mantenimiento del orden establecido, reproduciendo relaciones de poder y exclusión, utilizando a la psicología como una herramienta de control social más que como medio para la transformación individual y colectiva.
Una de las críticas que plantea el libro es la idea de que la psicología, al desentenderse de los problemas estructurales de la sociedad, termina siendo funcional al modelo neoliberal. Esta funcionalidad se manifiesta en diversas formas, como el énfasis excesivo en la individualización de los problemas, la patologización de la pobreza y la adaptación del sujeto a las condiciones sociales dadas, en lugar de promover el cuestionamiento o la transformación de dichas condiciones. En este sentido, la psicología se convierte, según Barrero, en un engaño ya que se presenta como una ciencia neutra y objetiva, además de ocultar sus propias implicaciones ideológicas y políticas. Critica la tendencia de la psicología a adoptar una postura neutral, desvinculada de los contextos sociopolíticos y culturales en los que se ejerce. Esta neutralidad, según el autor, ha llevado a una complicidad tácita con las estructuras de poder existentes y ha impedido que la disciplina asuma un rol activo en la promoción de la justicia social.
Esta disciplina ha evitado sistemáticamente investigar o intervenir en asuntos fundamentales como la violencia política, la injusticia social, la pobreza estructural, la exclusión cultural y el racismo. Esta omisión no es casual, sino que responde a un proyecto histórico de consolidación de un saber que se alinea con las estructuras dominantes. Al no problematizar el contexto en el que opera, la psicología contribuye a la despolitización de los sujetos y a la naturalización del orden social. Así, el enfoque clínico tradicional, centrado en el diagnóstico y tratamiento de trastornos individuales, pasa por alto las condiciones materiales y simbólicas que atraviesan la experiencia humana. Se critica la utilización de la psicología para patologizar las condiciones sociales y económicas, desviando la atención de las causas estructurales de la pobreza, la violencia y la exclusión.
Referente a la formación profesional en psicología Barrero sostiene que las universidades, en lugar de fomentar un pensamiento crítico y autónomo, han perpetuado un modelo de enseñanza basado en la repetición de teorías foráneas europeas y norteamericanas, desconectadas de la realidad local. Esto ha llevado a la formación de psicólogos que carecen de reflexión crítica sobre el contexto sociopolítico en el que se ejerce la profesión, además de carecer de herramientas para comprender e intervenir en los conflictos sociales de sus comunidades. También es criticada la forma en que se evalúa la producción académica, privilegiando la publicación en revistas indexadas y la adhesión a criterios internacionales que muchas veces no consideran las particularidades latinoamericanas. De este modo, se refuerza una dependencia intelectual que impide el desarrollo de un conocimiento situado, ético y comprometido.
El libro planea la construcción de una psicología ético-política. Esta propuesta implica reconocer que todo acto psicológico está cargado de implicaciones éticas y políticas, y que el quehacer del psicólogo no puede reducirse a una técnica neutral o aséptica. Esta ética debe basarse en el respeto a la dignidad humana, en la promoción de la equidad y en el reconocimiento de la diversidad cultural y social. Se trata de asumir una posición crítica frente a las condiciones de injusticia y desigualdad, y de trabajar en favor de la emancipación de los sujetos y colectivos.
Esta crítica no busca deslegitimar a la psicología como disciplina, sino más bien cuestionar sus fundamentos y llamar la atención sobre sus límites y responsabilidades. La intención no es destruir la psicología, sino transformarla desde una perspectiva que considere la justicia cognitiva y afectiva como ejes centrales. La justicia cognitiva implica reconocer la validez de otros saberes y formas de conocimiento que han sido históricamente silenciados o subordinados, como los saberes indígenas, afrodescendientes o campesinos. La justicia afectiva, por su parte, se refiere a la capacidad de la psicología para acompañar procesos humanos con sensibilidad, respeto y compromiso, más allá del tecnicismo o la burocratización de la práctica comprometiéndose con los procesos de resistencia y emancipación de los pueblos.
Es necesario repensar el papel del psicólogo en la sociedad, ya que este en vez de actuar como un experto que diagnostica y corrige desviaciones individuales, el psicólogo debe posicionarse como un actor social que participa activamente en la construcción de una sociedad más equitativa y democrática. Esto implica, entre otras cosas, comprometerse con las luchas sociales, acompañar procesos comunitarios y promover espacios de reflexión y acción colectiva. La psicología, según esta perspectiva, deja de ser una herramienta de normalización para convertirse en un instrumento de liberación.
La obra de Barrero Cuéllare explora el movimiento descolonizador del pensamiento en América Latina, reconoce que muchas disciplinas, incluida la psicología, han sido construidas desde una lógica colonial que impone formas de pensar, sentir y actuar que no corresponden a las realidades del sur global. Descolonizar la psicología implica entonces romper con la dependencia epistemológica, revalorar los saberes propios y construir una ciencia que responda a las necesidades de los pueblos y no a los intereses del mercado o de las élites.
La psicología como engaño de Edgar Barrero Cuéllar constituye una reflexión crítica indispensable sobre el papel que ha desempeñado la psicología en América Latina, particularmente en su relación con las estructuras de poder, la producción del conocimiento y la formación profesional. A través de un análisis profundo de los fundamentos epistemológicos y ético-políticos de la disciplina, el autor demuestra cómo la psicología ha operado, con frecuencia, como un dispositivo funcional al mantenimiento del orden social vigente, presentándose como una ciencia neutral cuando en realidad ha contribuido a la naturalización de condiciones de opresión y exclusión.
Uno de los aportes más relevantes de la obra es su llamado a repensar la psicología desde una ética de la responsabilidad y desde una política de la solidaridad. Esta perspectiva plantea implicaciones profundas no solo para la psicología, sino también para el conjunto de las ciencias sociales, al señalar su responsabilidad en la construcción de un mundo más justo y equitativo. La propuesta de Barrero Cuéllar no es fácil ni cómoda, pero resulta urgente y necesaria en un contexto marcado por la exclusión, la violencia estructural y la desigualdad persistente. Exige abandonar la pretensión de objetividad aséptica y asumir una postura comprometida con las luchas sociales y los procesos colectivos de emancipación.
Más que una crítica destructiva, la obra de Barrero representa una invitación a transformar la disciplina desde dentro, reconociendo la importancia de una praxis situada, ética y crítica. Replantear el sentido de la formación profesional y del quehacer psicológico implica cuestionar el saber hegemónico y construir alternativas que respondan a las necesidades reales de los pueblos latinoamericanos. En este escenario, la psicología no puede permanecer indiferente; debe asumir su responsabilidad histórica y convertirse en una herramienta activa de transformación social.
Bibliografía:
Cuellar, E. B. (2017). La
Psicología como ENGAÑO. Bogotá: Ediciones Cátedra Libre.


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