Más Allá de la Tolerancia: La Interculturalidad Como Camino Hacia La Justicia, Diálogo y Transformación Social Según Josef Estermann

Más Allá de la Tolerancia: La Interculturalidad Como Camino Hacia La Justicia, Diálogo y Transformación Social Según Josef Estermann

Reflexiones críticas sobre la diversidad cultural y sus implicaciones en la construcción de una sociedad más inclusiva





“El encuentro intercultural implica 
reconocer al otro como portador de 
una sabiduría legítima, capaz de 
transformar nuestras propias formas 
de pensar.” 

— Josef Estermann     



     La interculturalidad no es simplemente un concepto teórico ni una moda académica; es una necesidad urgente en sociedades marcadas por la diversidad y la desigualdad. En “Interculturalidad: Vivir la Diversidad”, el filósofo y teólogo suizo Josef Estermann propone una visión crítica y transformadora de la interculturalidad, especialmente en el contexto latinoamericano. Su perspectiva rompe con la lógica del pensamiento único y reivindica cosmovisiones indígenas como fuentes legítimas de conocimiento y convivencia. Más allá de la mera coexistencia de culturas, Estermann plantea la interculturalidad como un proceso activo que busca la justicia social y el reconocimiento de saberes tradicionalmente marginados.

     El libro nos invita a cuestionar el modelo monocultural impuesto desde la época colonial, evidenciando cómo la hegemonía de una cultura dominante ha relegado otras formas de pensar y vivir. En este sentido, la interculturalidad propuesta por Estermann no es superficial ni decorativa; exige un compromiso real con la transformación de estructuras de poder. No basta con celebrar la diversidad en fechas conmemorativas o integrar contenidos en los programas escolares de manera simbólica. La verdadera interculturalidad demanda una apertura genuina al diálogo, el reconocimiento de la pluralidad epistémica y la reconstrucción de relaciones basadas en el respeto y la equidad.

     Además, el autor enfatiza que la interculturalidad no puede ser concebida como un proyecto meramente institucional, sino que debe vivirse en lo cotidiano, en las prácticas de enseñanza, en las dinámicas comunitarias y en la manera en que las personas se relacionan entre sí. Solo cuando la diversidad se asume como una riqueza y no como una amenaza, la interculturalidad puede convertirse en una herramienta para la transformación social. “Interculturalidad: Vivir la Diversidad” no es solo un libro: es una invitación a repensar nuestras formas de convivencia y a asumir la diversidad como una oportunidad para el cambio.

     En un mundo marcado por la globalización, los flujos migratorios, y la constante interacción entre culturas, la interculturalidad se ha convertido en un tema de gran relevancia. No obstante, más allá de ser una simple coexistencia de culturas, el filósofo y teólogo suizo Josef Estermann, en su obra “Interculturalidad: Vivir la Diversidad”, nos invita a entender la interculturalidad como una práctica transformadora y ética, profundamente ligada a la justicia social, la crítica al colonialismo y la construcción de nuevos modos de convivencia. Su mirada, centrada en el contexto latinoamericano, desafía las estructuras tradicionales del pensamiento occidental y plantea una alternativa que nace desde las cosmovisiones indígenas y desde una filosofía “otra”, que rompe con la lógica del pensamiento único.

     Estermann plantea que la interculturalidad debe entenderse como un proceso activo, dinámico y comprometido. No se trata simplemente de tolerar la diversidad cultural, ni de promover un multiculturalismo superficial donde las culturas coexisten pero sin interactuar realmente. Más bien, la interculturalidad implica un diálogo profundo, un encuentro real entre culturas que reconozca las asimetrías de poder históricas y que busque superarlas. Esta perspectiva crítica va de la mano con una postura ética: no hay diálogo posible si no hay reconocimiento del otro como igual, como portador de saberes, valores y visiones del mundo válidas. En este sentido, el autor invita a revisar nuestras formas de pensar, de sentir, y de actuar, desde una disposición humilde, consciente de que el conocimiento no es propiedad exclusiva de una sola tradición cultural.

     Uno de los aspectos más relevantes del libro es la crítica que Estermann hace al modelo monocultural que ha imperado en América Latina desde la época colonial. La imposición de una sola cultura, blanca, occidental, europea, ha resultado en la marginación y exclusión de los pueblos originarios y afrodescendientes, cuyas culturas han sido sistemáticamente invisibilizadas o reducidas a meros objetos de folklore. En este contexto, la interculturalidad se presenta como una vía para la reparación histórica, pero también como un medio para enriquecer la sociedad en su conjunto.

     Reconocer la diversidad no solo es justo, también es enriquecedor. Las distintas cosmovisiones ofrecen formas alternativas de entender el mundo, de relacionarnos con la naturaleza, con el tiempo, con el otro, que pueden contribuir significativamente a los desafíos actuales de la humanidad, como la crisis ecológica, la desigualdad o la fragmentación social.

     Sin embargo, Estermann advierte que la interculturalidad no puede construirse desde arriba ni desde la institucionalidad sin un cambio real en la mentalidad y en las estructuras. Las políticas interculturales muchas veces se limitan a lo decorativo: agregar algunos contenidos culturales diversos en los programas escolares, traducir documentos a lenguas indígenas o celebrar días conmemorativos. Pero esto, si no va acompañado de una transformación profunda del paradigma cultural dominante, no alcanza. Por eso, el autor propone una interculturalidad crítica y descolonizadora, que implique una ruptura con la lógica eurocéntrica y que se abra a una pluralidad epistémica. Esta propuesta implica también una revisión del rol del conocimiento académico y científico, que muchas veces ha sido utilizado como herramienta de dominación cultural. Estermann plantea la necesidad de reconocer la validez de los saberes indígenas, campesinos y populares, y de generar espacios de diálogo horizontal entre estos saberes y los del mundo académico.

     La educación juega aquí un papel clave. Para que la interculturalidad sea vivida y no solo proclamada, es necesario que desde la escuela se fomenten actitudes de apertura, respeto y valoración de la diversidad. Esto no significa solamente enseñar sobre otras culturas, sino también enseñar desde otras culturas, integrar sus lenguas, sus formas de ver el mundo, sus prácticas pedagógicas. El autor enfatiza la importancia de formar sujetos interculturales, es decir, personas capaces de habitar más de un universo cultural, de moverse entre diferentes marcos de sentido y de encontrar puentes entre ellos. Este tipo de formación requiere una reforma educativa profunda, que incluya a las comunidades en la toma de decisiones, que cuestione los contenidos tradicionales y que promueva una pedagogía del encuentro y del diálogo.

     A lo largo del libro, Estermann también subraya la dimensión política de la interculturalidad. No se trata solo de una actitud personal o de una cuestión educativa, sino de un proyecto político que cuestiona las relaciones de poder establecidas. La interculturalidad crítica se enfrenta al racismo estructural, al colonialismo interno y a la exclusión económica, proponiendo una redistribución no solo de la riqueza, sino también del reconocimiento y de la capacidad de influir en las decisiones que afectan a la sociedad. En este sentido, la interculturalidad es inseparable de la lucha por la justicia social. No puede haber diálogo auténtico mientras existan desigualdades profundas entre los interlocutores. Por eso, más que un discurso, es una praxis, una forma de actuar en el mundo que busca transformar las relaciones sociales, políticas y culturales.

     Leer “Interculturalidad: Vivir la Diversidad” es, en muchos sentidos, una invitación a incomodarse, a cuestionar nuestras certezas, nuestras formas de mirar al otro y de mirarnos a nosotros mismos. Es un libro que interpela, no solo por su contenido, sino por su forma de pensar: desde el sur, desde lo indígena, desde lo otro. Esta perspectiva es especialmente relevante en un momento en el que las sociedades latinoamericanas enfrentan múltiples crisis –identitarias, ecológicas, económicas– y donde el diálogo intercultural puede ofrecer caminos hacia una convivencia más armónica, más justa y más solidaria.

     Es importante reconocer que la interculturalidad, tal como la plantea Estermann, no es una utopía inalcanzable, sino una práctica que se construye día a día, en lo cotidiano, en nuestras formas de hablar, de enseñar, de relacionarnos. Es una opción ética que implica compromiso, apertura y responsabilidad. No basta con celebrar la diversidad; hay que vivirla, con todas sus complejidades, sus tensiones, pero también con su enorme potencial transformador. En este sentido, el libro no solo es un aporte teórico, sino también una guía para la acción, una brújula para quienes desean construir un mundo más inclusivo y plural. Y ese es, sin duda, su mayor valor.

     La propuesta de Josef Estermann en “Interculturalidad: Vivir la Diversidad” nos invita a repensar la interculturalidad desde una perspectiva crítica y transformadora. A lo largo del libro, el autor evidencia que la interculturalidad no puede reducirse a una simple coexistencia de culturas ni a políticas simbólicas que no alteren las estructuras de poder. Por el contrario, plantea una interculturalidad descolonizadora que exige el reconocimiento de las cosmovisiones indígenas y la apertura a una pluralidad epistémica. Su mirada no solo es teórica, sino que tiene una fuerte dimensión ética y política, pues entiende la interculturalidad como un camino hacia la justicia social y la reconstrucción de relaciones más equitativas.

     Uno de los principales aportes del libro es su crítica al modelo monocultural impuesto desde la época colonial, que ha marginado y excluido saberes tradicionales y formas de vida alternativas. Frente a ello, Estermann propone una interculturalidad que no solo celebre la diversidad, sino que la viva en la cotidianidad, promoviendo el diálogo genuino entre culturas y la transformación de las estructuras dominantes. Esta perspectiva es fundamental en un contexto global de crisis identitarias, ecológicas y económicas, donde el pensamiento único ha demostrado sus límites y donde el rescate de otras formas de conocimiento puede ser clave para construir sociedades más sostenibles y justas.

     En definitiva, “Interculturalidad: Vivir la Diversidad” no es solo una reflexión profunda sobre la interculturalidad, sino también una invitación a la acción. Estermann nos llama a asumir un compromiso real con el cambio, a cuestionar nuestras certezas y a abrirnos al aprendizaje desde otras miradas. La interculturalidad no debe ser solo un ideal, sino una práctica concreta que transforme nuestras relaciones, nuestros sistemas educativos y nuestra manera de entender el mundo.


Referencias Bibliográficas:

Estermann, J. (2010). Interculturalidad: Vivir la diversidad. Instituto Superior Ecuménico Andino de 

     Teología (ISEAT). ISBN: 978-99905-991-9-0.

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